Calidad de Ambiente de Interior, generalidades.

En casa, en el trabajo, en el centro comercial, cine, teatro, establecimientos de hostelería… De media pasamos más del 85% de nuestro tiempo en lugares cerrados, la mayoría de ellos climatizados artificialmente. Por ello, es de suma importancia controlar la calidad y las condiciones higiénicas del aire que respiramos para evitar estar expuestos a contaminantes que puedan afectar a nuestra salud.

En general, los contaminantes de un ambiente interior pueden producir irritación en los ojos, nariz, garganta y bronquios, o problemas dérmicos (erupciones y picores), así como la aparición de rinitis, asma o neumonitis hipersensitivas, y también pueden ser absorbidos y afectar a otros órganos o acumularse en distintos tejidos. Por su parte, los contaminantes microbianos, pueden causar enfermedades infecciosas.

Los síntomas que se relacionan con una deficiente calidad del aire en el interior de un edificio son, entre otros: dolor de cabeza, mareos, náuseas, fatiga, piel seca, irritación de ojos, congestión de senos nasales y tos, lo que puede conllevar a su vez reacciones psicológicas complejas, como cambios de humor, de estado de ánimo y dificultades en las relaciones interpersonales. Como los síntomas de los afectados no son normalmente severos, se desconoce el alcance real de los daños, hasta el punto de que, a menudo, deviene difícil constatar si estos síntomas han sido causados directamente por falta de calidad del aire interior.

Para evitar estos problemas, el Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios recoge la obligatoriedad de evaluar, anualmente, la calidad del ambiente de interior y el estado higiénico de los sistemas de climatización.

El objetivo de estas evaluaciones es determinar si los sistemas de climatización, ventilación y calefacción proporcionan una calidad ambiental aceptable para el uso que se da a las instalaciones.

Durante las evaluaciones se realizan mediciones de multitud de parámetros ambientales que puedan suponer un problema para la salud y el confort de los usuarios de las instalaciones. Algunos parámetros se analizan en todos los casos, tal y como establece la normativa y las normas de referencia, ya que son los que suelen generar problemas habitualmente. Otros parámetros se evalúan únicamente en caso de que las características propias de la instalación así lo aconsejen o en caso de que existan problemas asociados al edificio.

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